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Regularizar los metros de tu vivienda en Valencia. La clave para evitar sustos legales y no perder miles de euros en la tasación y la hipoteca

Por qué es tan importante regularizar los metros de tu vivienda antes de vender #
En España, donde cada metro cuadrado puede marcar miles de euros de diferencia en el precio final, descubrir que tu vivienda tiene más metros construidos de los que figuran en el Registro de la Propiedad, en Catastro o en la escritura no es solo una anécdota administrativa. Es un problema real que puede bloquear una venta, espantar a un comprador o complicar de forma dramática la concesión de una hipoteca.
Muchos propietarios se dan cuenta de esta discrepancia en el momento menos oportuno: cuando ya tienen un comprador interesado o incluso una señal entregada. Terraza cerrada hace años, buhardilla habilitada como dormitorio, garaje convertido en salón, trastero integrado en la vivienda, porches acristalados, ampliaciones en chalets en l’Horta Nord o en urbanizaciones de La Cañada, El Vedat o Bétera que “siempre han estado ahí”… pero que nadie se preocupó de inscribir.
En el mercado inmobiliario valenciano, donde el comprador compara con detalle y los bancos revisan con lupa, vender una vivienda con metros no regularizados es jugar con fuego. El tiempo se alarga, la negociación se vuelve tensa, aparecen dudas, exigencias de rebaja y, en el peor de los casos, la operación se cae.
Regularizar esas ampliaciones no inscritas no es solo una cuestión legal o técnica. Es la diferencia entre una venta fluida y segura, y una experiencia agotadora llena de sorpresas de último minuto.
Entender la diferencia entre Registro, Catastro y escritura #
Antes de pensar cómo regularizar, es clave entender de qué estamos hablando. En España coexisten tres “realidades” de la vivienda: la realidad física, la realidad registral y la realidad catastral. Y no siempre coinciden.
La realidad física es lo que existe de verdad: los metros que pisas, las estancias en las que vives, las ampliaciones que se hicieron en su día, la terraza que ahora es comedor o la buhardilla en la que has montado tu despacho.
La escritura notarial describe la finca tal y como se declaró en el momento de la compra, obra nueva o ampliaciones anteriores. Se firma ante notario y refleja los datos que se inscriben después en el Registro de la Propiedad: superficie, linderos, uso, cuota de participación si es un piso en una comunidad.
El Registro de la Propiedad otorga seguridad jurídica. Ahí adquieren publicidad las titularidades, hipotecas, servidumbres y las declaraciones de obra nueva. Lo que no está inscrito en el Registro, a efectos legales y frente a terceros, “no existe” con la misma fuerza de protección.
El Catastro es un registro administrativo con fines fundamentalmente fiscales que gestiona la Dirección General del Catastro. Sirve para calcular el valor catastral y, a partir de ahí, el IBI, plusvalía y otros impuestos. Su descripción puede no coincidir exactamente con la realidad o con el Registro, pero es la que Hacienda tiene en cuenta.
Cuando vendes, el comprador y el banco comparan las tres realidades. Si la vivienda física tiene 120 m², la escritura habla de 90 m² y el Catastro de 105 m², saltan las alarmas. El banco valorará según lo inscrito y lo catastral, el comprador sentirá que “algo no cuadra” y la presión económica caerá sobre el vendedor.
Qué es una ampliación no inscrita y por qué genera tantos problemas #
Una ampliación no inscrita es cualquier aumento de superficie construida o útil de una vivienda que no ha sido debidamente declarada en escritura ni en el Registro de la Propiedad, y, en muchos casos, tampoco correctamente reflejada en Catastro.
En la Comunidad Valenciana abundan casos típicos. Chalets en las urbanizaciones de las afueras de Valencia a los que se les añadió un segundo salón, una habitación más en la parte de atrás o se cerró el porche original. Adosados en zonas como Campanar, Nou Benicalap o Paterna con buhardillas que originalmente eran “cámaras” o espacios bajo cubierta y ahora son dormitorios perfectamente acabados. Pisos en barrios consolidados como Ruzafa, El Carmen o El Cabanyal donde se han incorporado antiguas galerías, patios de luces o se han unido trasteros interiores.
El problema se complica con las terrazas comunitarias de uso privativo convertidas en vivienda sin acuerdo de la comunidad, o con cerramientos que modifican fachada en fincas catalogadas o en zonas especialmente sensibles del centro histórico de Valencia.
Cuando llega el momento de vender, esa ampliación “de toda la vida” se convierte en un muro invisible. El banco puede tasar solo lo que figura en el Registro, infravalorando la vivienda. El comprador exige una rebaja importante porque “legalmente no existe” esa parte. El notario puede advertir de la discrepancia e incluso recomendar no firmar sin subsanar. Y tú, como propietario, te ves atrapado entre la prisa por vender y una situación urbanística y registral que no se soluciona con una mera firma.
Consecuencias de vender sin regularizar las ampliaciones #
Muchos propietarios se preguntan si realmente hace falta regularizar. La respuesta, en la práctica diaria de las operaciones de compraventa en Valencia, es que ignorar el problema sale caro.
La primera consecuencia es económica. El precio de venta se negocia, pero los bancos y tasadoras se rigen por los metros registrados y catastrales. Si tu piso tiene 20 m² más construidos sin inscribir, el tasador probablemente no los valorará plenamente, y el banco concederá hipoteca sobre una valoración más baja. El comprador, al ver limitado el importe financiable, presionará para bajar el precio o se retirará de la compra.
La segunda consecuencia es jurídica. El comprador podría considerar que existía un vicio oculto si se omitió información relevante sobre la situación real de la vivienda. Aunque esto se matiza según la documentación facilitada y lo que el comprador conocía, el riesgo de conflicto posterior aumenta.
La tercera es emocional. Las operaciones que llegan a notaría con discrepancias graves terminan muchas veces con retrasos, firma bajo tensión, dudas de última hora, negociaciones extenuantes y, en demasiadas ocasiones, con la sensación amarga de haber vendido a la baja o en peores condiciones por no haber previsto el problema.
En el contexto de una ciudad como Valencia, donde el boca a boca y la reputación de las fincas, las zonas y hasta de los propios vendedores cuenta, cerrar una operación con sombras no es indiferente. Las sensaciones importan. El comprador que se siente inseguro o engañado se va con una experiencia negativa que se transmite.
Primer paso: comprobar la realidad física y documental de tu vivienda #
Antes de lanzar tu piso o chalet al mercado, el paso más inteligente es hacer una radiografía completa de la situación. Esto significa contrastar lo que realmente existe con lo que dicen los documentos oficiales.
Es recomendable obtener una nota simple actualizada del Registro de la Propiedad para ver cómo está descrita la finca y qué superficie figura como inscrita. Compararla con la escritura de propiedad, especialmente si hubo ampliaciones, obra nueva o segregaciones en el pasado.
En paralelo, conviene descargar la referencia catastral de la vivienda y acceder a la sede electrónica del Catastro para verificar superficie construida, superficie gráfica de la parcela si es un inmueble unifamiliar, y la cartografía asociada.
Finalmente, es esencial medir o encargar un plano detallado de la vivienda tal y como está hoy. Un arquitecto o arquitecto técnico puede levantar un plano y determinar con precisión metros construidos, metros útiles, terrazas, porches, buhardillas y cualquier elemento susceptible de regularización.
Cuando colocas uno frente a otro la superficie real, la registral y la catastral, emergen las discrepancias. Y con ellas, la hoja de ruta de lo que se debe hacer.
Cómo se regulariza una ampliación: visión general del proceso #
La regularización de una ampliación no inscrita no es un trámite único, sino un encadenado de pasos que suelen seguir un orden razonablemente lógico. Exige paciencia, profesionales adecuados y, sobre todo, la decisión firme de hacerlo bien.
El primer gran bloque es el técnico y urbanístico. Hay que acreditar que lo construido cumple, o al menos no vulnera gravemente, la normativa urbanística aplicable. Esto implica revisar el planeamiento municipal correspondiente, que puede variar mucho entre, por ejemplo, el centro de Valencia, un barrio como Benimaclet o una urbanización de La Eliana.
Un técnico competente, normalmente arquitecto o arquitecto técnico, prepara un Certificado Final de Obra o un Certificado de Antigüedad y Descripción, en el que se detalla qué existe, desde cuándo y en qué condiciones. En ampliaciones antiguas, la clave suele ser demostrar que han transcurrido los plazos de prescripción de la posible infracción urbanística, algo especialmente relevante bajo la normativa valenciana.
El segundo bloque es el documental y notarial. Con la documentación técnica adecuada, se acude a notaría para otorgar una escritura de declaración de obra nueva terminada o de ampliación de obra nueva, según corresponda. El notario exigirá, además, la justificación del cumplimiento de los requisitos urbanísticos aplicables, incluyendo, si procede, licencias, comunicaciones previas o certificados municipales.
El tercer bloque es registral y catastral. La escritura se presenta en el Registro de la Propiedad para que se inscriba la nueva realidad física y jurídica. Paralelamente, se tramita la actualización de la descripción en el Catastro, ya sea desde notaría o directamente ante la Gerencia del Catastro, para que la superficie y el valor catastral se ajusten a la nueva situación.
Este recorrido puede llevar semanas o meses, según la complejidad de la obra, la colaboración del Ayuntamiento competente y la carga de trabajo de los organismos implicados. Pero es el camino que transforma esos “metros fantasma” en valor real, tangible, defendible ante un comprador exigente y ante cualquier entidad financiera.
El papel decisivo del Ayuntamiento y la situación urbanística #
En la Comunidad Valenciana, los Ayuntamientos, con sus ordenanzas y planeamientos propios, son piezas clave en este puzle. No todas las ampliaciones son legalizables, y no en todas las zonas se toleran las mismas actuaciones.
En un piso en el ensanche de Valencia, en una finca catalogada o protegida, cerrar un balcón o modificar un elemento de fachada sin autorización puede acarrear enormes dificultades a la hora de regularizar, incluso décadas después. En esos casos, el técnico debe analizar con detalle la protección específica del edificio y las posibilidades reales de reconocimiento de la situación.
En un chalet de término municipal de Godella, Moncada o Paterna, las ampliaciones sin licencia pueden ser legales por antigüedad si se demuestra que han pasado los años necesarios para la prescripción urbanística, pero ello no impide la apertura de expedientes si el Ayuntamiento considera que se trata de una infracción grave aún perseguible o que afecta a zonas verdes, alineaciones o servidumbres.
En muchos municipios valencianos, cuando la ampliación se ajusta a lo permitido por la normativa vigente, el Ayuntamiento puede emitir un certificado de inexistencia de expediente sancionador urbanístico y de ajuste a planeamiento, que facilita enormemente la labor del notario y del Registro. Pero cuando la obra excede parámetros como la ocupación máxima de parcela, alturas o retranqueos, la regularización puede limitarse a un reconocimiento de hecho, no de derecho, o incluso ser inviable.
Por todo esto, abordar la regularización sin asesoramiento urbanístico específico es una temeridad. Cada término municipal tiene sus criterios, sus tiempos y sus matices. Y en el área metropolitana de Valencia, la casuística es enorme.
Tasación, hipoteca y venta: cómo afectan los metros regularizados #
Desde la óptica inmobiliaria, uno de los momentos críticos de una operación de compraventa es la tasación hipotecaria. Es el instante en el que una empresa independiente, siguiendo normativas muy estrictas, pone cifras a la vivienda. Y se ciñe principalmente a lo que es legal y registral.
Cuando la ampliación no está inscrita, la tasación suele obviar total o parcialmente esos metros, o bien los refleja de forma secundaria, sin incorporarlos plenamente al valor hipotecario. En otras palabras: el banco no presta dinero sobre algo que jurídicamente no existe o sobre lo que tiene dudas.
En un mercado como el valenciano, donde una parte relevante de las compras se financian mediante hipoteca, esto se traduce en que el comprador quizá esperaba financiar el 80 % de un precio de, por ejemplo, 300.000 euros, pero el banco solo financia sobre un valor tasado de 260.000. La diferencia, de miles de euros, recae entonces en el bolsillo del comprador, que muchas veces no la puede asumir.
Cuando los metros están íntegramente regularizados, la tasación se alinea mucho mejor con el valor real de mercado. El banco se siente cómodo, el comprador obtiene la financiación prevista y la negociación se centra en el precio, no en solventar un problema jurídico.
Para el vendedor, esto significa algo fundamental: una vivienda regularizada compite mejor, se vende antes y se defiende con más fuerza ante cualquier intento de rebaja amparado en “incertidumbres legales”. La sensación de seguridad que transmite una documentación impecable es un intangible que, en realidad, se transforma en dinero y en tranquilidad.
Cuándo conviene regularizar antes de poner a la venta #
Hay propietarios que, al descubrir el problema de los metros, dudan si merece la pena retrasar la salida al mercado de su vivienda. En la práctica, existen escenarios claros en los que regularizar antes de publicar el anuncio es la mejor decisión.
Cuando la discrepancia es relevante, es decir, cuando los metros no inscritos representan una parte sustancial del valor. Un ático en Algirós con una terraza cerrada que hoy es un salón acristalado, o un chalet en Náquera con un semisótano convertido en vivienda, difícilmente podrán defender un precio alto si esa superficie no está reconocida oficialmente.
Cuando se prevé que el comprador necesite hipoteca, que es lo habitual. Si el perfil de comprador de tu zona y rango de precio suele financiarse, como ocurre en la mayoría de barrios de Valencia y alrededores, regularizar se convierte en una condición casi imprescindible para que la operación llegue a buen puerto sin sobresaltos.
Cuando el inmueble va dirigido a un comprador más profesionalizado o exigente. Familias que venden para comprar, inversores, compradores extranjeros que adquieren en zonas cotizadas como Ciutat Vella, El Pla del Remei o L’Eixample, suelen contar con asesoramiento y valoran mucho la seguridad jurídica. No perdonan con facilidad las incoherencias documentales.
En cambio, en algunos casos muy concretos, con discrepancias mínimas o viviendas dirigidas a compradores de perfil muy específico, se puede valorar una regularización simultánea o posterior, siempre informando con transparencia al comprador. Pero incluso en esos casos, adelantar al máximo el trabajo técnico y urbanístico evita disgustos.
El papel de una agencia inmobiliaria experta en el mercado valenciano #
Navegar todo este proceso en solitario es posible, pero exige tiempo, criterio técnico y un conocimiento fino de cómo se están resolviendo estas situaciones en el día a día del mercado. En Valencia, una agencia inmobiliaria acostumbrada a lidiar con ampliaciones no inscritas puede marcar una diferencia abismal en resultados, plazos y serenidad.
Desde el primer momento, un buen agente detecta las señales de alarma. No se limita a tomar medidas “a ojo” ni a reproducir ciegamente lo que dice una escritura antigua. Contrasta, pregunta, revisa documentación, coordina la intervención de arquitectos y ayuda al propietario a decidir la mejor estrategia: regularizar antes, durante o plantear una venta condicionada.
Además, conoce la sensibilidad de los compradores según zona y tipo de vivienda. Sabe que un ático con terraza cerrada en la zona de Aragón o de la Ciudad de las Artes y las Ciencias genera preguntas casi automáticas sobre legalidad. Intuye que un chalet en la Sierra Calderona con ampliaciones sin licencia se encontrará con compradores que preguntarán por la antigüedad y por la posibilidad de demoliciones futuras.
La agencia también juega un papel de mediador cuando las discrepancias salen a la luz en medio de la negociación. Explica con honestidad la situación, presenta soluciones realistas, acompaña a ambas partes a notaría, se coordina con el técnico, el banco y el Registro. Su objetivo es que la venta no se desmorone por un desconocimiento o una mala gestión del tiempo.
El factor emocional: vender tranquilo y sin sobresaltos #
Vender una vivienda no es un trámite frío. Es cerrar una etapa. Es despedirse de un barrio, de unas vistas, de una terraza donde has vivido atardeceres de verano. Es normal sentir presión, dudas y un cierto vértigo, especialmente cuando surgen problemas inesperados como las ampliaciones no inscritas.
La regularización aporta algo más que seguridad jurídica: aporta paz. Saber que lo que ofreces es exactamente lo que se va a comprar. Sentarte en la notaría sin miedo a que el notario haga una observación que descoloque a todos. Ver que la tasación llega con un valor acorde a lo que tú y el comprador habéis pactado. Sentir que no tienes que justificarte, ni minimizar, ni “quitar hierro” a una realidad que conoces que está a medias.
En un mercado tan vivo como el de Valencia, donde los tiempos cambian, las normativas evolucionan y los compradores están cada vez mejor informados, la transparencia es el mejor aliado. Regularizar las ampliaciones no inscritas es una forma de respetar tu propio patrimonio y, a la vez, de respetar al comprador que está a punto de dar uno de los pasos económicos más importantes de su vida.
En última instancia, lo que está en juego no son solo metros cuadrados. Es la confianza. Y en el sector inmobiliario, la confianza es el terreno más valioso que existe.
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